Canzona de Daquin
FIESTA NUPCIAL
Dios que es infinitamente sabio para hacerse entender por los hombres y poder relacionarse con ellos nos pone otra comparación, simil, figura o parábola: El Banquete nupcial.
Toda la realidad del hombre y de Dios, la vida en la tierra, el reino de los Cielos, las relaciones entre Dios y los hombres es como un “banquete de bodas y una fiesta nupcial”.
Aparece y se desarrolla como una relación, unbinomio, una cuestión de dos, una alianza, una unión, una fidelidad, un compromiso, un
desposorio, una vida.
El padre de familia, el rey, Dios prepara y celebra las bodas de su hijo.
Todos los hombres tenemos seria y formalmente la invitación, la oferta,
la tarjeta para la fiesta.
Dios nos habla, clama, llama, predicación, doctrina, la buena nueva
o evangelio, milagros, Santa Iglesia, alegría, salvación y felicidad eterna
pero los invitados no quieren recibir la invitación ni asistir a la boda.
Incluso en su pobreza, egoismo y cerrazó hieren y matan a los voceros,
mensajeros, embajadores, enviados y portadores de la noticia de
la boda.
A Elias lo persiguieron. A Isaías lo aserraron. A Jeremías lo mandaron
al calabozo. A Ezequiel lo desterraron. A Oseas lo ultrajaron. A Juan
Bautista lo asesinaron. Al propio hijo también lo despreciaron y se
deshicieron de él.
A pesar de todo las bodas se celebrarán y se llenará la sala de invitados
para saborear las viandas: cojos, lisiados, extraviados, perdidos, paganos,
ociosos, pecadores, extranjeros de oriente y occidente.
Entre Dios y cada hombre hay una relación personal de amistad,
mas estrecha e íntima. Dios prepara y nos invita a la cena-fiesta familiar
porque nos da categoría de hijos, nos sienta a su mesa, nos comunica la
gracia y nos prometa la vida eterna. Todos estamos invitados a esta fiesta
de familia, de intimidad o desposorios. Dios busca y quiere siempre lo
mejor para cada hombre. Quiere estrechar más y más cada día estos
lazos de familia, paternidad y filiación. Quiere penetrarnos y fundirnos
diariamente en su vida por la fe y el amor. Este querer e invitación
es apremiante. Llama una y otra vez a nuestra puerta. Dios está
enamorado.
Desgraciadamente su voz y clamor cae en el vacio o es sofocado por
los ruidos y ocupaciones terrenos. Uno se entretiene en su granja. Otro
va a su negocio. Otro va a ver su ganado. Otro hace la fiesta-boda a
su aire y por libre.
Seguimos apurando nuestros sentidos cuando vale mas una migaja
del banquete nupcial de Dios que todos los gozos de este mundo.
Con este comportamiento y vestidos de bodas no podemos entrar en
el banquete, pero si queremos asistir a la boda no hace falta comprarlo,
lo encontraremos preparado a la puerta porque nuestro Anfitrión-Dios
puede y sabe más.