domingo, 15 de diciembre de 2019

DECANOMIA - 113 . : PAZ Y ALEGRÍA



                                      Aria   de Händel




PAZ Y ALEGRIA

Mucha tinta se ha gastado y mas papel ha rodado y todavía se alzarán muchas banderas para brindar por la paz y la alegría.

Pero razonablemente ¿Qué es la paz? ¿Qué es la alegría? Cuál es la verdadera esencia o quididad de estos tan anhelados dones?

La paz y la alegría no se pueden comprar ni vender. No son bienes
inmuebles. No existen ni se conciben fuera del corazón de los hombres
y de las mujeres. Son virtudes y dones que anidan y tienen su cuna en
el corazón de los humanos.

La paz y la alegría no se encuentran en las ferias o mercados, ni
en las mesas redondas, ni en el emporio público ni en el simposium
internacional.

La verdadera paz no tiene que ver nada con el quieto descanso o paz de
los cementerios. La auténtica alegría no es la alegría fisiológica o animales
del animal sano ni es la alegría de carcajadas o de pandereta.

La paz y la alegría son únicas e indivisas, son bienes y regalos exclusivos
que nos trae solo Cristo —el Príncipe de la paz, el Gran Irenarca— solo
El es la “Causa nostrae laetitiae” es decir, el motivo y la causa de la paz,
la salvación, el bienestar y la felicidad de los hombres.

Solo los hombres pueden ser dadores y sembradores de la paz y de la
alegría que se difunde por contagio como nos lo recuerda aquel adagio
filosófico “Bonum es effusivum sui”. Todo bien rebosa, es generoso, se
transmite, se comunica, se entrega, se regala y se da. Así la paz y la alegría
se viven y se siembran con las obras y con el ejemplo de la propia vida.
Otro axioma de la sana filosofía nos recuerda: “Nemo dat quod non
habet…” Es engañoso y absurdo hablar e intentar sembrar, poner, regalar,
dar, comunicar y vivir la paz y la alegría si no se posee o almacena antes
en el propio corazón porque nadie puede dar lo que no tiene.

El único modo o talismán de tener el calor y el color de la paz y
de la alegría es estar conectados con la caldera —Cristo— solo El
será capaz de mantenerlas y hacerlas posible incluso en medio de los
familiares, naturales y adversas condiciones del ser humano: dificultades,
problemas, sufrimientos, dolor, enfermedad, cansancio, reveses,
contradicciones, desprecios, cruces, muerte y lágrimas.

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